martes, 28 de diciembre de 2010

Piii... piii... piii... piii...

Esta mañana de camino a la oficina se me ha cruzado una persona que por la prisa que llevaba -iba corriendo con cara de estar realmente asustado- me dio la impresión que tenia algún tipo de problema. Grave problema diría yo. Pude reconocerla, esa fisonomía no me era desconocida, mas bien todo lo contrario, soy un adicto a sus programas de televisión, se trataba de Buenafuente. Si, Buenafuente, ese actor de telenovelas venezolanas que echan por la radio,  si bien es cierto que por la nariz, esa nariz singular y con personalidad propia, mas bien se parecía a Berto, su compañero inseparable en las partidas de Tute. Y si tenemos en cuenta que su rostro estaba totalmente rasurado, podríamos decir sin temor a equivocarnos que esa persona descontrolada y con semblante desencajado era Berto. Lo cierto es que a pocos metros de distancia le seguía un tipo con una pinta extrañísima, mal vestido, haraposo, andrajoso, gris... y eso si, con el rostro cubierto con un pasamontañas que impedía claramente la visión de sus ojos y que dejaba al descubierto el resto de su fisonomía. Entre sus manos, un artilugio se dejaba entrever. Por mi experiencia en temas armamentísticos, gracias -o por desgracia- a los años en que serví a mi tribu en los procesos de guerra desarrollados desgraciadamente en Kuwait, ante la invasión de las tropas Cartaginesas y que mi pueblo y yo tuvimos que obligar a abandonar por la fuerza a dichos invasores de esa región de Extremadura, durante la famosa guerra de "Las dos semanas", pues como decía, gracias a esa penosa experiencia que duro practicamente tres años, pude distinguir un fusil de asalto AKK-41, armamento muy característico y utilizado por los Cartagineses en su batalla contra los Romanos en el año 146 a. C. y que yo bien conocía, además de haberlo utilizado en las fiestas mayores para lanzar los fuegos artificiales en mi pueblo natal de Arroyo Naranjo, en mi Habana querida. En ese momento intuí que algo grave estaba sucediendo, el peligro podía olerse en el ambiente... tenia que actuar... y tenia que actuar rápido, sin contemplaciones... y sin pensarlo tres veces, cogí mi paraguas, lo cargue, apunte... apunte con esos nervios de acero que me caracterizan, fueron décimas de segundo, pero que a decir por mis palpitaciones y por el revoloteo de mis neuronas, daba la sensación de que aquel instante duraba una eternidad... en el punto de mira tenia a mi presa... debía oprimir el gatillo... había llegado el momento, ese momento que todo hijo de vecino desearía poder vivir en alguna ocasión. Gotas de sudor frío corrían lentamente por mi mejilla... fue entonces cuando una mano amiga, utilizando un clinex dulcemente perfumado, limpió mi boca de los restos del café que había ingerido justo antes de la cena del día anterior y que por mi dejadez y mis prisas no había podido asear... tenia que disparar... tenia que disparar!!! ya!!!...ya!!!... piii...piii...piii...piii... maldito despertador!!!
Goma blanca de borrar negro.

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