sábado, 25 de diciembre de 2010

Ilusión, nervios, alegría...

Miradas expectantes, de ilusión, alegres, risueñas, limpias, transparentes... complices con la esperanza, la esperanza de un ser mágico, mítico, fascinante, desinteresado y tan complaciente que viene de parajes remotos, lejanos y fríos, muy fríos, desde el mismísimo Circulo Polar Ártico, desde Laponia, para hacer realidad parte de nuestros sueños. Viaja en un majestuoso trineo y suele vestir con ropas de abrigo y gorro en color rojizo. Además siempre va acompañado de sus inseparables renos, animales tan mágicos como su amo y que tiran del carruaje sin tregua hasta terminar con su misión. Si, se trata lógicamente de Papa Noel. Ayer en un visto y no visto... inundo de juguetes y regalos muchos de los hogares de quienes nos rodean, aunque desgraciadamente... no de todos.
Se hizo esperar, como cada año y eso puso nerviosas a todas esas miradas. Estuvieron intranquilas, preocupadas. Los estómagos practicamente cerrados, la excitación no permitia el paso de mucho alimento. Sus rostros dejaban ver sonrisas esperanzadas, deseosas del momento tan esperado.
Y llego ese instante. Primero confusión y pronto el desorden y el caos se apropian de la situación. Ahí están los obsequios, ahí esta la ilusión. Carreras, brincos, sonrisas... y miradas. Esas manos, pequeñas manos, rasgan los envoltorios y las peticiones hechas a ese lugareño de tierras gélidas, brotan por momentos.
La piel se pone de gallina... los ojos humedecen ante la ocasión. Y los recuerdos se agolpan en nuestra mente. Y no solo por lo que estamos viendo... y no solo por lo que estamos viviendo, también por lo que no podemos ver y por lo que no podemos vivir. Gracias Papa Noel.
Goma blanca de borrar negro.

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